Mi lactancia · Los inicios

Durante los últimos 10 años de mi vida he tenido la suerte de ver muchas mujeres lactando, de acompañarlas y ayudarlas en su camino, sea cual fuere.

He aprendido mucho de ellas y con ellas. Admiro su determinación, su fuerza, su humildad, su amor incondicional… Sea cual fuere su camino.

Han compartido conmigo sus alegrías, sus logros, su plenitud, su paz, y otras veces sus no-logros, su sensación de fracaso, su impotencia, su rabia, su tristeza… sea cual fuere su camino.

Y entonces me quedé embarazada, iba a ser mamá lactante. El principio de mi segundo embarazo fue un tanto intenso: un aborto previo a las 12 semanas, indigestiones, aplatanamiento, diabetes gestacional con insulina desde la semana 10,… os podéis imaginar ese primer trimestre… Luego ya me relajé un poco, sí, sólo un poco. Pero gracias a mucha gente, entre ellos a mi familia, a mi pareja, a mi hijo, a mi cuerpo y, por supuesto, gracias a mí, tuve un parto natural, como yo quería, teniendo en cuenta las circunstancias. Me llené de endorfinas ese momento que lo vi por primera vez encima de mí, piel con piel. Me emociono siempre al recordar mis gritos de euforia al conocernos cara a cara.

Y me convertí en una mamá lactante en ese paritorio. Y le costó un poquito, pero se agarró bien, y lo disfruté. Y entonces vi que tenía anquiloglosia (frenillo corto), pero de esos de libro. No había lugar a dudas. Y respiré hondo y me anclé al presente, no me molestaba la lactancia. En las siguientes tomas empezó a molestar, yo seguía repleta de endorfinas por todas partes, estaba pletórica, contentísima, aunque por fuera estuviera despeinada, pálida, con ojeras, el camisón del hospital cada vez se me abría por un lado, o me lo dejaba abierto, no sé. Pero estaba feliz. Pero mi lactancia no era indolora. Le cortaron el frenillo, mejoró, pero no era indolora.

Debido a mi diabetes gestacional, durante sus primeros días de vida, hizo varias hipoglucemias, y con mi leche, con mi oro líquido, no siempre le era suficiente para mantener estable su azúcar en sangre. Y necesitó 3 suplementos de fórmula. El primero me dolió mucho dárselo, el segundo lo asumí y con el tercero empecé a notar la subida de la leche (me saqué 20ml!!) y me alegré mucho. Y nos fuimos a casa al cuarto día. Pero mi lactancia no fue indolora durante los 2 primeros meses. No tuve grietas, pero el poder de succión de mi hijo aumentó el tamaño de mis pezones mucho, pero mucho mucho. Y eso molestaba, otras veces dolía. Diferentes posiciones al amamantar, visitas al osteópata, 2 mastitis, una perla de leche, síndrome de Raynaud,.. pero yo era muy feliz, seguía llena de endorfinas.

Ahora miro atrás y pienso,… puff, menudos primeros dos meses, ¿no? Pero yo lo viví muy feliz. Me acordaba de mi parto y me recargaba de endorfinas. Miedos tenía, sí. Y muchos. Pero lo trabajé, lo trabajé porque decidí quedarme con las endorfinas, y quitarme mochilas de encima.

Ahora miro atrás y me doy cuenta que todas las mujeres lactantes que han formado parte de mi vida me ayudaron mucho en mi camino como mamá lactante, porque los problemas no los veía como problemas, sólo veía la solución, porque sabía que había solución. Sabía que yo podía.

Ahora miro atrás y me doy cuenta que la vivencia de mi parto, ese cocktail de endorfinas inicial, me acompañaba día tras día, en mis horas de cansancio, en mis momentos de dolor,… me ayudaba tanto el acordarme de ese primer momento cuando mi hijo y yo nos vimos por primera vez…

Hoy más que nunca sé que unos referentes de mujeres lactantes y una experiencia positiva del nacimiento, son pilares fundamentales para una lactancia feliz.

Sé que aún hay mucho camino por recorrer para conseguir que todas las mujeres tengan acceso a ello. Pero sé que juntas podemos.

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